El Aprendizaje Social y Emocional se basa en desarrollar las habilidades interpersonales de los estudiantes con el objetivo de que puedan ser personas responsables, seguras de sí mismas y receptivas frente a las opiniones de otros.
Cuando la queja deja de ser ocasional y se convierte en una actitud vital, experimentamos importantes consecuencias emocionales: nos convertimos en gruñones que rara vez están satisfechos con lo que ocurre. Esto hace que aumenten nuestros sentimientos de enfado, tristeza, rabia y agotamiento.
Costaleros, peregrinos y penitentes con flagelo en mano aseguran cada Semana Santa que no sufren porque la fe alivia su dolor. Aunque muchos no lo crean, la ciencia acaba de confirmar, al menos en parte, su percepción. Un equipo de investigadores británicos ha demostrado que el sentimiento religioso activa una zona del cerebro relacionada con la regulación del dolor.
Hemos aprendido desde pequeños que el sentimentalismo era propio de personas débiles, inmaduras, con déficit de autocontrol. Además, se ha extendido en nuestro imaginario colectivo el lugar común, machista como pocos, de que las emociones pertenecen al ámbito de lo femenino. Sin embargo, todo evoluciona y va ganando terreno la convicción de que vivir las emociones es un elemento insustituible en la maduración personal y en el desarrollo de la inteligencia.
Buscar el sentido de lo contestatario. Ubicar en la cosificación de un ser humano el pretexto para su negación vital desde lo no vital. Encontrar en el marco de la historia contemporánea un malestar con mácula. Reconciliar en un corazón dolido el camino de regreso a la espontaneidad. Y decir sencillamente ¿Quién toca la dignidad?
En la tercera etapa, llamada ‘liberación emocional’, respondemos a las necesidades de los demás con una amplia gama de sentimientos que emergen desde la libertad, tales como la compasión; nunca por miedo, sentimiento de culpabilidad o vergüenza. Así pues, nuestros actos nos colman de satisfacción no sólo a nosotros mismosAceptamos la plena responsabilidad de nuestras intenciones y nuestros actos, pero no nos hacemos responsables de los sentimientos de los demás.
La educación no se genera a través de compartimentos estancos. Se necesitan canales de comunicación y una acción coordinada para que los niños se desarrollen intelectual, emocional y socialmente en las mejores condiciones. Por ello, la suma del esfuerzo de los dos baluartes de ese proceso, la familia y la escuela, es el camino a seguir. La sintonía entre los dos ámbitos vitales del niño estimulará la idea de que se encuentra en dos espacios diferentes pero complementarios.
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