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A pocas horas de la investidura de Barack Obama, flamante presidente electo de los Estados Unidos, George Bush, el mandatario saliente, vive sus horas más bajas de popularidad. Ayer, para despedirle en el que fue su último día en Casa Blanca, 500 manifestantes lanzaron 40 pares de zapatos contra sus puertas, ante la mirada atónita de los turistas allí presentes.
La protesta la organizaron varios grupos pacifistas. Según ha explicado una de las responsables, Jamilla El-Shafei, el evento pretendía, además de mostrarle su reprobación a Bush, solidarizarse con Muntadhar Al-Zeidi, el reportero iraquí que acaparó la atención del mundo el pasado mes de diciembre, cuando durante una rueda de prensa en Bagdad arrojó al dirigente sus zapatos, recogela agencia Asociated Press. Más alegre, sin embargo, han sido las 1.200 Bush bye bye parties organizadas en 50 países alrededor del mundo.
La curiosa iniciativa, promovida por la agencia de publicidad española Shackleton, se ha articulado en torno a la web bushbyebyeparty.com desde la que se ofrecen indicaciones, plantillas, invitaciones e iniciativas jocosas como un juego buscaminas con los personajes de Bush y Osama Bin Laden. La plataforma también apuesta por un regalo de despedida –nada tendencioso-: un reloj con la cara del presidente saliente y la inscripción de “Nunca te olvidaremos George” en la correa.
Impopularidad mayúscula
Lo cierto es que, con más o menos humor, George Bush se despide con uno de los porcentajes de popularidad más bajos de la historia estadounidense. El New York Times cifra sus cotas de aprobación en 22%, poco menos que el 33% que le concede el Washington Post. Desde el final de la II Guerra Mundial, tan sólo Richard Nixon y Harry Truman habían abandonado el cargo con tanta impopularidad.
Gestión nefasta
El mandato de Bush se ha caracterizado por la polémica: desde sus comienzos con una agónica y más que dudosa victoria frente a Al Gore, hasta su obsesión por convertirse en el sheriff del mundo tras el 11-S. La guerra de Irak, la política fiscal al servicio de liberalismo y el crash inmobiliario y financiero han arrastrado al mandatario a sus horas más bajas.
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