Cada vez que un corresponsal español escribe “Alá” al referir un discurso árabe (muy pocos se libran; algunos sí, desde aquí un saludo) está colaborando con esta tesis que busca en el enfrentamiento con “los árabes”, “los musulmanes”, “los yihadistas”, “Al Qaeda”, una nueva manera de aplicar el viejo Divide y reinarás, una fuente de negocios para venta de armas, un pretexto para erradicar libertades y espiar al ciudadano.
También esto es mutuo, desde luego. En el otro lado colaboran de forma entusiasta los mayores impulsores de esta dicotomía, los clérigos y príncipes de Arabia Saudí, financiadores de todo lo que justifica este discurso. Es el único país árabe que no tiene iglesias, ni autóctonas ni reservadas a extranjeros: no se permite. Como tampoco se permite la presencia (oficial) de sacerdotes cristianos. Algo que rompe con mil cuatrocientos años de consenso islámico, basado en hadices y exégesis: incluso durante una guerra, a los sacerdotes cristianos y los monjes hay que respetarlos siempre, porque son siervos de Dios.
El asesinato de monjes en Argelia, las masacres en las iglesias en Iraq, el secuestro de obispos en Siria conforman la marca de identidad de los yihadistas de últimos del siglo XX y primeros del XXI: milicianos de una religión de la que desconocen todo, a menudo conversos o hijos de inmigrantes en Europa, el cerebro lavado con chorros de petróleo saudí. Ese petróleo que convertido en dólares fluye hacia tantas escuelas coránicas y mezquitas y programas de becas en todo el globo, desde Cataluña a Túnez, Bosnia, Pakistán, Indonesia y sí, Malasia.
Porque también para ellos, soldados de una fe que llaman islámica, usurpando así el nombre de una religión milenaria, los cristianos son “los otros”. El enemigo. Confunden todos los términos, llaman “infieles” y “paganos” a los cristianos y judíos, rompiendo con todas las categorías coránicas. Incluso hubo quien llamó satanás a un obispo. Dos mil años de monoteísmo para esto, Dios.
Poco tienen que ver estos milicianos, capaces de poner explosivos en una iglesia iraquí, con el viejo dueño del café Shabendar, el más afamado de Bagdad, que una tarde de 2004 me explicaba su pasatiempo favorito: las disputas teológicas. “Entre ellas, especialmente la que se dedica a la pregunta si islam y cristianismo son lo mismo o son dos religiones distintas. Y si son distintas, si la diferencia radica en el fondo o en la forma”.
Pero no: quienes salen hoy de las madrazas financiadas por Arabia Saudí, wahabíes que del islam llevan únicamente el nombre, insisten en no compartir dios con los cristianos. Abra usted cualquier web dedicada al islam (no se equivocará: hoy día, prácticamente toda web dedicada al islam es wahabí, el islam de siempre ha desaparecido de la faz de internet) y verá que en lugar de Dios se escribe Allah. Incluso en las páginas en lengua castellana se escribe últimamente – desde hace muy pocos años – Allah, ni siquiera Alá.
Esta insistencia tiene una finalidad obvia: crear una imagen de marca, estandarizar el logotipo divino en una forma única, inconfundible, monopolizar su explotación comercial, como si de un refresco de gaseosa se tratara. Ahí incidió el juez de Malasia, Datuk Seri Mohamed Apandi Ali:
“Dado que “Allah” nunca es parte integral de la fe del acusado arzobispado de Malasia es razonable concluir que utilizar la palabra causará una confusión innecesaria en la comunidad islámica”. En otras palabras: los musulmanes podrían llegar a pensar que los cristianos hablan del mismo dios que ellos. Es decir: podrían llegar a asumir uno de los fundamentos espirituales esenciales del islam.
Llevo años diciendo que el wahabismo y el islam son dos religiones distintas. Que el wahabismo, es decir la secta creada en Arabia Saudí en el siglo XVIII, considerada prácticamente hereje hasta que se montó en el petrodólar, ha usurpado el nombre del islam. Ahora, por primera vez, un tribunal lo ha certificado mediante sentencia: al considerar que “los musulmanes” – es decir aquellos a los que el tribunal considera musulmanes – no deben confundir su dios con el de los cristianos, pone en evidencia el abismo que separa al islam tradicional del nuevo “islam” político wahabí.
Cabe concluir que si hay dos dioses diferentes, son los wahabíes los que rezan a uno distinto al de los musulmanes y los cristianos. Uno que no permiten que se confunda con el de siempre (al que se llama de mil maneras: dios, señor, rabbi, alá, adonai…) uno que es marca registrada de cinco letras. Sujeta al copyright con royalties. Cualquier uso indebido será castigado por los tribunales. Queda abolido el derecho consuetudinario. El monopolio no admite competencia. Será destruido todo producto artesanal que induzca a confusión. Aunque sea uno de toda la vida de Dios.
No estoy de acuerdo. Los wahabistas sabemos lo que son. Pero con Allah entendemos el Dios de la religion musulmana. Llaqmarlo simplemente Dios, confunde, ya que , Dios para un cristiano no unitario , es una trinidad, 3 personas y una sola naturaleza, algo unico entre las religiones semiticas. Ademàs de imaginan el llamado a la oracion , exclamando Diooooooooos A veces el sentido del ridiculo, evitaria escribir novedades...comicas.
Horacioteodoro, no hay un Dios de la religi
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