En el comienzo de los tiempos, Eral, el primer hombre, vivía su primer amanecer. Frente a él se erguía Dios como un Sol, majestuoso, iluminándolo todo. Eral alzó la cabeza y su sueño comenzó a disiparse con la bruma. De pie, contemplaba el amanecer atentamente, y dio una honda inspiración. Detrás de él, reposaba, fresca e intacta, la Tierra, la que sería su más grande empresa.
Contempló al supremo ser luminoso, y dijo:
- Señor, Tu eres Inmenso y Luminoso. Ilumíname, revélame a mí mismo, para que pueda conducirme hacia Ti.
Pero de los confines de la Tierra aún a oscuras, surgió Añá, Satanás, y se interpuso entre Eral y su Señor, dándole así la espalda a la luz. La sombra de Añá se extendió hasta los pies de Eral.
- Yo soy tu señor- Dijo Añá.
- Mi señor irradia luz, y su luz lo penetra todo.- Replicó Eral.
- La luz es débil, y no puede penetrar mi sombra. Si te dieras vuelta y miraras hacia atrás, verías que todo es oscuridad, y que tú eres como yo; tú también puedes producir sombra. Si te vuelves hacia atrás, lo verás por ti mismo. Inténtalo...
- No daré la espalda a mi Señor...
- ¿Qué es la luz, sino algo que produce sombras?
- Vete, Oscuridad, sólo eres la sombra de la luz...
Y cuando hubo llegado el mediodía, Añá se esfumó como la ilusión, y no hubo una sola sombra sobre la Tierra.
-SU- relación semántica y dialéctica, no -LA-. Quedó mal esa edición de la descripción, qué pena.
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