Quien se despreocupa de la brevedad de su vida y deja pasar el tiempo sin meditar en cúan poco le queda por respirar, termina por envanecerse hasta que Dios le castiga. Se envanece de tal modo que ni tan siquiera percibe cómo Dios se lo hace pagar y le prueba. Poco a poco, arruina, a su pesar, la Otra Vida. Nós les llevaremos a su pérdida sin que sepan cómo (7: 182). El Enviado de Dios -la bendición y la paz sean sobre él- dijo: "Recordad frecuentemente a quien pone fin a los deleites", que es la muerte.
El hombre, si advierte la celeridad con que se consumen sus dias y merman sus capacidades, forzosamente recapacitará en su tránsito a la Otra Vida y se afanará en lo que de veras le concierne. En esta vida se aprovisionará de lo que le aprovecha para la Otra y mientras se encuentra en plena forma camina hacia su muerte. Quien no quiere verlo así se niega a reconocer como su vida desaparece poco a poco. ¡Es lo más precioso que tiene y ya ha dejado escapar gran parte, inconscientemente, y sin aprovisionarse para la partida! No están ciegos los ojos, sino los corazones que están en los pechos (22: 46).
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