Anhelamos la unión, el saboreo de la realidad, y realizamos prácticas que propicien la emergencia de lo espiritual, que nos acerquen, siquiera torpemente, a las profundidades de lo oculto. Hay quienes nos ofrecen dichas experiencias, de las que es fácil que quedemos enganchados. Si no somos capaces de cruzar la cuarta puerta, todo será en vano.
¿Cuál es la cuarta puerta? Todo proceso debe pasar por cuatro fases: nacimiento-vida-muerte-resurrección. El cuaternario: el año no queda completo hasta que no han pasado las cuatro estaciones, no tenemos un conocimiento pleno del espacio sin abarcar los cuatro puntos cardinales. El día: mañana-tarde-noche-amanecer. Los cuatro elementos, las cuatro patas sin las cuales la mesa queda coja.
1) En un primer momento, todo proceso se inicia en un plano biológico: algo que se pone en marcha al nivel más elemental, al nivel de la materia. Equivale a nuestra madre Eva, la maternidad, el nacimiento. El génesis, lo originario. Una fuerza activa e instintiva, inconsciente. Esta primer momento es terrestre y meramente biológico. La materia prima de los alquimistas.
2) Esta fuerza actúa o se deposita sobre un recipiente pasivo. Este es el segundo momento del proceso, en el cual se crea la polaridad: activo-pasivo, sol-luna, trascendencia-inmanencia. Al nivel anímico, se trata de la persona. Si el principio biológico es por definición ilimitado, debe posarse sobre un recipiente limitado, donde lo material adquiere una individualidad, una forma estética determinada, un carácter y unos atributos. Equivale al horno de los alquimistas, de naturaleza eminentemente pasiva y receptiva.
3) El resultado de la conjunción de lo activo sobre lo pasivo, del impacto de lo biológico sobre lo individual, da como resultado un tercer estadio. El ternario, la trinidad, el triángulo equilatero: pasado, presente y futuro. En el ámbito de la dialéctica: tesis, antítesis, síntesis. Se trata de la superación de la dualidad, la unión de los opuestos. La muerte del ego biológico y la emergencia de una nueva dimensión, de una nueva familia. Padre-madre-hijo (no biológico). Liberación de la tensión creada por los opuestos. Conversión, la pertenencia a una comunidad religiosa. Espiritualidad, apertura a la trascendencia.
4) Pero el proceso no queda completo si no somos capaces de cruzar la cuarta puerta. La cruz y el cuadrado, los cuatro ríos del paraíso, las cuatro nobles verdades, los cuatro evangelistas. Se trata, en primer lugar, de tomar conciencia del proceso. Realizar el encuadre. Los sufíes hablan de pasar del hal (el súbito, los estadios espirituales fugaces, alcanzados por intuición) al maqam (el conocimiento práctico de cómo se alcanza dicho estado, y que puede ser puesto en práctica cuando se desee). Este cuarto estadio forma y no forma parte del proceso: es a la vez final de una etapa y principio de la otra. El cuatro es una unidad, un todo completo, desencadena un nuevo proceso. Por eso se habla de cruzar la cuarta puerta. Por eso el cuatro es ya todos los números restantes, hasta completar los diez mil seres. Equivale a la Sabiduría, conocimiento dinámico y por tanto la capacidad de realización.
Uno de estos procesos podría ser. Uno: el maestro como principio activador de la materia bruta que anida en el discípulo. Dos: el alma del discípulo como receptor pasivo (dualidad maestro-discípulo). Tres: se desencadena un proceso espiritual (sueños, visiones, intuiciones, etc.), que conduce al sentimiento de pertenecer al grupo, de estar unido por una báraka y unas enseñanzas (triada maestro-discípulo-tariqa). En este caso, cruzar la cuarta puerta implicaría tomar consciencia de lo sucedido, reconocer el significado de dicha pertenencia, y a partir de ahí la necesidad de conocer a fondo la tariqa de la cual se forma parte, cuales son sus origenes, sus doctrinas, sus prácticas, etc. Darse cuenta de cual es el papel del Sheij en el proceso, y recapitular sobre las exigencias de la vía y sus repercusiones sobre la vida cotidiana. Prepararse de forma cabal para el siguiente paso.
Cuando hayas vivido algo que puedas calificar como una "experiencia espiritual", trata siempre de comprender lo sucedido. Trata de entender el porque ha sucedido de esta y no de otra forma, cuales han sido los mecanismos activados, y exactamente a donde te han llevado. Si eres capaz de cruzar la cuarta puerta, te darás cuenta de que no hay nada mágico ni misterioso en ello, sino pura lógica de principio a fin, fácil de comprender si se esta atento. En cualquier otro caso, permanecerás atrapada y a merced de aquellos que conocen. Seguirás adelante, pero ciega y convertida en mera receptora pasiva para siempre. No te fíes de los pretendidos maestros que provocan bellas experiencias espirituales y no te dan la llave, haciéndote sentir que se trata de sucesos milagrosos. Lo único que quieren es apoderarse de tu alma.
Hoy en día mucha gente entra en una tariqa sufí sin tener la mínima consciencia de donde se han metido, ni de los procesos que, de manera inevitable, se desencadenarán. Una vez dentro, pueden perderlo todo: cuidado con el sufismo. No es un juego, ni ha sido creado para satisfacer deseos personales.
Y Al-lâh sabe más.
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