Hace meses que en Europa surgen debates que directa o indirectamente están relacionados con la comunidad musulmana. El denominador común siempre es la proximidad de una cita electoral. En Cataluña, la primera cita será en otoño, comenzó hace unos meses en la población de Vic, con un tema relacionado con los servicios que prestan los ayuntamientos a la población inmigrada.
No es casualidad que el tema empezara en Vic ya que tiene una nutrida población musulmana y uno de los partidos más xenófobos de Cataluña con representación en el ayuntamiento. Ahora las circunstancias son diferentes, este partido ve la posibilidad de tener representantes en otras localidades. La crisis provoca reacciones muy viscerales, y discursos fáciles contra las capas más débiles de la sociedad, se olvida que la población inmigrada no ha provocado la crisis, se olvida la contribución a la riqueza del país y algunos querrían volver a los países de origen como si se tratara de una mercancía más.
Ahora bien, por qué se han sumado los partidos políticos mayoritarios? La respuesta la encontraríamos en las encuestas de opinión o de intención de voto. Todos los partidos tienen sus encuestas y sus quinielas y temen las consecuencias.
Los partidos con posibilidades de gobernar temen que la crisis y el paro les pase factura, les reste votos y los acusen de favorecer a la población inmigrada. Nada nuevo bajo el cielo de la vieja Europa. Es el discurso fácil, recurrente, de los tiempos de crisis: todo un clásico, lo peor de nuestra tradición. La política es pedagogía y hay que practicarla en tiempos de bonanza y en tiempos de crisis. La UE siempre ha advertido de estas actitudes xenófobas y muy concretamente en España que de vez en cuando aparecen ciertos episodios preocupantes.
Tampoco es nuevo iniciar temas de debate relacionados con la comunidad musulmana. En Cataluña, hace años se discutió sobre el famoso pañuelo que llevaban las jóvenes, y las alumnas, finalmente se aceptó que era mejor llevar pañuelo e ir a la escuela que dejar a una parte de la población sin escolarizar. Triunfó el sentido común, eran tiempos de concordia.
Ahora le ha tocado el turno al niqab y el burka y los ayuntamientos se apresuran a legislar sobre el asunto sin tener en cuenta el número de usuarias, los motivos y en estos momentos dudo que alguien sea capaz de dar un número más o menos exacto de la magnitud del fenómeno. Fenómeno que no gusta a casi nadie y que un 70% de la población europea prohibiría en la esfera pública, es decir, en las calles si se pudiera, de momento sólo en las instalaciones municipales ...
Yo no tengo la solución, pero tengo algunos interrogantes para compartir en relación con los argumentos utilizados hasta ahora: si no estuviéramos a las puertas de unas elecciones, hubieran actuado de la misma manera? podemos prohibir el burka y el niqab, pero podremos combatir las ideas que lo sustentan? Ha quedado claro que una cosa son las religiones y otra las interpretaciones? ¿Qué haremos el día que nuestra vecina de toda la vida-autóctona-se ponga el niqab o el burka, también diremos que nos da miedo? Nos dan miedo las mujeres que no muestran la cara, y los jóvenes que van tapados con gorras, capuchas y gafas también o no? Empiezan prohibiendo el burka y el niqab y acabaremos prohibiendo...? ¿Qué nos da miedo, la diferencia, la otra, el otro, el desconocimiento, la falta de argumentos...?
Recuerdo aquella frase que decía prohibido prohibir. La convivencia, la gestión de la diversidad cultural y social implica algo más que prohibiciones, implica diálogo, acercamiento, complicidades, espacios compartidos, comprensión, búsqueda de soluciones desde el consenso...
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